Utilitarismo.
"El mayor bien para el mayor número de personas".
Buenas son aquellas cosas útiles que producen bienestar o felicidad. El utilitarismo puede beneficiar a una persona, a su familia y/o a su comunidad. El utilitarismo no es egoísmo, más bien es generosidad, ya que época en que para la ética religiosa esto era inadmisible. En 1967, el inicio del trasplante cardiaco por Barnard, en Sudáfrica, fue seguido por un boom en trasplantes en todo el mundo y por el auge de programas de donación de órganos, hechos que motivaron un nuevo planteamiento sobre muerte, vida, ciencia y ética.
Su principio básico es "el mayor bien para el mayor número de
personas". Sobre los valores del individuo están los valores de la sociedad. Bajo este enfoque, las decisiones éticas tienen que ver con "la utilidad" que reportan para la persona, la institución o para la sociedad. Para su aplicación, se requiere previamente de un cuidadoso cálculo del costo-beneficio de las decisiones y los resultados que se obtendrían de su probable aplicación.

Un ejemplo sencillo de la aplicación de la ética utilitarista está en la administración de la vacuna contra la influenza AH1N1 en México que, en su primera etapa en el mes de diciembre del 2009, se realizó para el personal médico, paramédico, así como para las fuerzas armadas. Las vacunas que llegaron en las siguientes semanas se aplicaron a grupos vulnerables, y las que llegaron en enero del 2010 se aplicaron al resto de la población. Del hecho anterior se concluye que la visión bioética que sostiene la decisión administrativa es utilitarista, ya que se desea preservar la estabilidad social en medio de una pandemia.

